Yarinés Suárez, artista culinaria performática

Un encuentro para nuestras abuelas y charlas sobre la comida como identidad nacional y el arte que imita la vida y la vida que imita el arte.

+ arepas tumbarranchos de Yarinés’

esta entrevista es parte de una serie de escrituras del FANZINE OCTUBRE: ¿QUÉ ES UNA RECETA?

 

Contame sobre tu formación como artista y cómo la comida empezaba a figurar en tu arte.

Soy artista visual de formación académica. Estudié en la universidad en Venezuela artes plásticas con un enfoque en el dibujo. Hace un par de años empecé explorar otras formas de hacer mi obra artística y caí en la cocina. Cocino intuitivamente. Siempre fue para mi un deseo, me apasionaba y me hacía mucha ilusión estudiar cocina pero en Venezuela no tuve la posibilidad porque era carísimo. Bueno, empiezo a estudiar en 2010. Venezuela estaba en crisis. Y como que yo era dibujante, cada vez que uno iba a comprar, era cada vez más difícil encontrar cosas. En el supermercado lo que conseguía ahí eran los empaquetados sin nada cuando ya se había vendido todo y quedaba la caja ahí vacía. Pará me olvidé de poner música. ¿Querés escuchar algo?

Sigo tu performance. Pone lo que quieras escuchar. 

Nah pero estamos en mi casa. Bueno ellos son Los Colosales. Es lo que escuchaba mi papá y mis tíos cuando vinieron a comer. Bueno. La situación en Venezuela fue que se empezaron a hacer filas enormes para conseguir productos. Había mucha escasez, por intereses particulares de todos los campos y sectores posibles. Entonces hacías una fila enorme. Yo vengo de Maracaibo que es una ciudad que hace 40 grados, y la fila era no sé, de tres cuadras de gente bajo el sol durante horas para comprar un paquete de harina PAN, un paquete de arroz, un paquete de jabón, productos básicos a precios regulados. Y también había un mercado paralelo de productos de necesidad. ¿Querés un papelón? Es bastante fresco. Está perfecto un día de calor con arepas. 

(Yarinés tiene una botella en la mano, frasco en otra. Va pasando el líquido de la botella al frasco y al revés una vez y otra. Prueba. Cierra los ojos con las cejas.)

Me paso de agua. Es panela, o sea azúcar, lima y agua. Nosotros decimos limón. Voy a agregarle más lima y panela. 

(Agrega más lima y panela. Pasa más líquido de la botella al frasco y al revés.  Prueba. Mueve la cabeza como si le gustara. Me sirve un vaso.)

Guardamos una botella para las arepas. Bueno, que te decía. Ah. Las filas. Bueno mucha gente que hacía fila estaba ahí para comprar y revender productos, entonces era un sistema súper complicado. Una situación muy caótica. Yo no quise enfrentarme directamente con eso. Siempre en mi casa, nosotros somos afortunados porque conseguimos las cosas de una manera u otra. Mis papas son grandes. Era difícil que ellos se metieran en una fila. Así que siempre buscábamos una manera de comprar las cosas o pagamos más las cosas. La cuestión es que comencé acumular el papel de harina PAN que yo usaba como material para dibujar cómo para bocetos. Y había un salón que se hacía en el museo más importante de Maracaibo y se me ocurrió para participar hacer un retrato de mi abuela.

¿Tu abuela era arepera, no?

Sí. Yo nunca conocí a mi abuela pero mi mamá me contaba de ella. Mi mamá es una persona muy particular. Es de esas mamás que te cuenta la misma historia una y otra vez. Me contaba miles de veces historias de mi abuela que hacía arepas, cómo las hacía y cómo sostuvo la familia porque era madre soltera básicamente de 9 hijos. Se levantaba todos los días a las 5 de la mañana. Mis tíos salían a repartir las arepas cuando eran chiquititos. Creo que sólo uno de toda la familia logró estudiar en la universidad y gracias a él pudo sostener a mi abuela. Fueron muy humildes pero no pobres. La cosa es que me quedó esa historia y decidí hacer un retrato de mi abuela e hice un click de hacer el retrato sobre los papeles de harina PAN. Ahí empecé a tejer un hilo. Empecé a reflexionar sobre lo importante que es ese producto. La importancia del producto en general. Si nos fijamos, la mejor parte del recetario venezolano moderno está hecho de marcas. Como que se afianzó mucho a la industrialización durante la época petrolera. Yo comencé a estudiar todo eso y empecé a darle importancia a la alimentación en mis obras. Con la cuestión de mi abuela empezaba buscar casos similares. Fue una exposición de tesis que se llamaba Analogías. Eran descubrir casos como el de mi abuela en el resto de Venezuela. Empecé a hacer entrevistas con la gente y conocí a 10 mujeres como mi abuela que eran madres solteras de familias grandes que se despertaban a la madrugada para hacer arepas para sostener a sus hijos. Comencé a tomar la parte de las entrevistas como un mecanismo para hacer la obra y poner en valor los testimonios las historias de vida a través de un trabajo artístico. Al final esa obra se presentó en el año 2014 que fue el año con más protestas en Venezuela. Un año muy fuerte. Estaba trabajando desde una perspectiva bastante crítica en un lugar bastante caótico. Algo bien importante para mi ha sido muy bueno encontrar la forma de darle la vuelta a un contexto tan difícil. Siempre estoy tratando de dar otra mirada a una situación tan terrible. Cuando yo expuse estos 11 retratos más los testimonios que acompañaron las obras, de cada uno contando su vida, estaba a flor de piel esa crisis, nunca paró la crisis. Para mi fue muy movilizante poder presentar esa situación de este producto que es tan escaso y tan importante y esencial para la gente, la historia de vida de las mujeres que todo el mundo las ve pero son invisibles, no hay nada más invisible que el oficio de una madre.

Ismenia Sánchez de Meriño - Buena Vista, Yaracuy, Venezuela - foto Jhosenny Espinoza.jpg
 
Yarinés Suárez - Ismenia de Meriño - Collage de papel. 172x143cms. 2014 - foto Andry Hernández.jpg

Ismenia Sánchez de Meriño, Buena Vista, Yaracuy, Venezuela; “Analogias”

Foto: Jhosenny Espinoza; Collage: Yarinés Suárez

¿Tu abuela vendía lo que vamos a comer hoy?

No. Ella hacía arepas que se vendían solas. Yo elegí el tumbarrancho. Es una comida del estado de Zulia donde crecí yo. Son muy populares en Maracaibo. 

¿La comiste mucho ahí?

La verdad es que no (risas) un par de veces en mi vida. Yo fui vegetariana mucho tiempo. Tampoco me gusta mucho la comida frita aunque la cocina típica de Maracaibo es muy chatarra. La arepa tumbarrancho es una arepa frita. Yo tuve que llamar a mi mamá, mi hermana, mi hermano. Cuando fui a comprar las cosas me atendieron puros maracuchos, así es la vida. Fui a la carnicería, y me atendió un maracucho. No sé comprar carne, espero que lo sepa cocinar (risas) me quedé anoche hasta las 2 de la mañana cocinando. Le dije que quería hacer tumbarranchos y me dice Uhh yo comí hoy tumbarranchos que le hizo su mamá. Así que me pasó su receta que usa rosbif. Fui a comprar el queso y eran puros maracuchos. Le dije que necesitaba mortadela. ¿cuál? Me preguntan. Para hacer tumbarrancho. Ahhh! Entonces este. Y me dijeron que necesitaba una feta de mortadela para freir cada arepa y más para rellenarla después. Me recomendaba el queso de mano que va con esta receta y cada uno me decía como hacer el tumbarrancho. Cada uno a su manera ¿no?. Hacés la arepa, yo hice con harina PAN que es harina precocida y agua básicamente. Es la última bolsa y no la quiero usar más. Pero bueno. Hacés una arepa y la freís en un apanado líquido. Entonces el señor me dice tu vas a echar harina, sal, agua, mostaza y un poco de mayonesa y todos los miraron así como que loco ponerle mayonesa. Supongo que es polémico. Esta preparación siempre va con mostaza pero nunca había escuchado mayonesa. Después mi mamá me dijo que tenía que agregar polvo para hornear y que tenga la consistencia como de un panqueque. El tumbarrancho es típico maracucho. Nosotros somos de comer mucha comida chatarra y somos gente muy exagerada en todos los sentidos. Muy habladores, muy regionalistas, por creernos los mejores de Venezuela, una idiosincrasia bien complicada. Todas las cosas buenas las atribuimos a nosotros. Yo lo elegí porque nunca lo había hecho y bueno, exagerada, me gusta meterme en problemas (risas) mira la carne que vamos a comer. 

(Levanta la tapa de una olla sobre el horno para mostrarme su carne mechada. Se ve jugosa del color de un dulce de leche que se quemó)

Estuve hasta las 2 de la mañana probando, no, falta un poco de eso, uhh creo que falta un poco de eso y así. Espero que tengas hambre. 

¿Qué tiene? ¿Cebolla y morrón rojo? Creo que huelo comino.

Si, tiene muchas cosas. También tiene ajo, orégano, pimienta. Creo que lo pusó paprika. Sal. No es mucha cosa. La hiervo con ese adobo de especies y cuando está blanda, la deshilacho. Después más ajo, cebolla, morrón, verdeo, cilantro. Podés agregarle puerro y apio si tenés. Y un toque de tomate. En mi casa, se cocinan todos estos vegetales juntos, y agrego la carne, pero en la casa de mi compañero Frank se licua todo eso, yo hice una mezcla. Me pasé de comino, así que tuve que ir por atrás, por adelante, buscando el equilibrio, lo corregí con un poco de cilantro y perejil y un punto más de tomate. Los maracuchos metemos todo. Carne, pollo, salsa tártara, más mortadella, una salsa de ketchup, salsa con mostaza.

¿Por qué te atrae tanto la arepa?

Estaba hablando con Mercedes Golip, que trabaja mucho con la historia de la cocina venezolana, y me dijo fijate que toda nuestra tradición contemporánea está vinculada con la marca. Y sí, la marca tenía mucho que ver con mis obras. Hice otra acción en Venezuela, en Aragua que es la playa donde van todos en el verano. La temática era acciones que tenían que ver con lo gastronómico. Yo llevé 8 kilos de harina PAN que fueron bastante complicados de conseguir. Hice una interacción con la harina. Amasé la arepa con el cuerpo entero y el agua del mar. Para mi esa acción fue una exploración más abstracta que todavía no he logrado entender lo que significa. La acción en concreto. Fue muy impactante porque ya de por sí la harina era más difícil de conseguir en una playa llena de personas. Hice una montaña de harina PAN, se me hizo como una rueda de 200 personas alrededor, y yo haciendo toda la acción de recoger el agua de mar y tirándome sobre la harina PAN. Se puso un poco violenta. Pensé hacer la acción desnuda pero los organizadores no me dejaron. Era un público agresivo. Me gritaron tipo, ¡qué estás haciendo, arepas de concha! La cuestión fue una experiencia muy intensa. Yo lo planté como producto, como objeto de deseo, como que quería sacar ese producto desde la industrialización hacia la naturaleza. Lo que es el territorio. ¿Hacemos las arepas? Podrías cortarlas.

(Me pasa un cuchillo y me indica cortar de a poco por el medio. Están frías y entonces son más compactas y hay que tener mucho cuidado para que no me abran. Con un dedo, lo meto para abrir la arepa sin romper los bordes. Ella mete la mortadella dentro de las arepas)

Con mi abuela quería tratar de rescatar las recetas familiares. Cuando llegué acá era buscar mi norte. Los motivos de mi emigración son bastante claro, ahí mi obra estaba totalmente vinculada con la memoria y la identidad venezolana, y me costó muchísimo ver de qué manera cómo podía explorar la misma idea de territorio dentro de uno que era totalmente desconocido para mi. Esa cuestión de la migración de muchas maneras ha motivado a que uno vuelva a las raíces. Ese arraigo que se ha generado a partir de la emigración ha sido detonante para tratar de encontrar otra vez las raíces de estos saberes ancestrales, estos procesos. Ha sido interesante lo que se ha generado al ver todas estas personas fuera de nuestro territorio intentando encontrarse con este proceso y esta historia, me incluyo. Fue el motivo también por el que compré un molino impulsivamente. Nunca usé un molino. La primera vez que vi uno fue hace 14 días. Y a saber como se usa esta máquina, cómo hacer mis arepas. Tratar de rescatar las recetas familiares ya que yo no puedo volver ahí. No puedo volver en el tiempo. Ya no existe esa posibilidad de ir a la casa de mi abuela. Si yo no lo hago, se pierde. Pierdo parte de mi identidad y la memoria. Esto es como una búsqueda para rescatar ese recetario. Si uno es migrante, muchas veces no tiene la posibilidad de preservar muchas tradiciones, las recetas de las localidades. No tenemos muchas recetas escritas. 

¿Tu mamá seguía con las recetas de su mamá?

No, mi mamá ya usaba harina PAN. Mi abuela tenía un fogón, una cocina a fuego en el patio. Ella procesaba el maíz, hacía todo su proceso para preparar, moler, armar las arepas. Y hacía dos kilos de maíz por día. Hice otra obra haciendo arepas en la calle. Pude conseguir 2 kilos que es lo que estaba permitido, para mi era hacer un puente con ella porque era lo que hacía ella por día. Pensar en ella y todo el proceso artesanal que requería, y estar yo en una situación de escasez y para conseguir un producto. Me parecía un poco como esforzarse en paralelo pero en diferentes sentidos.  

Mamá dame Pan. Yarinés Suárez. Collage - Ensamblaje de papel. 215cms x 187cms. 2012.jpg
 
Inés Delia Finol.jpg

Mamá dame Pan. Yarinés Suárez, “Analogias”

Foto de Inés Delia Finol, la abuela de Yarinés.

¿Cómo capturás las recetas de tu familia si no tenés nada escrito?

Esta es la Casa Museo. Trabajo acá con mi compañero, Frank Trejo, que también es artista. Lo que hacemos con el arte es entero. El arte no solo es una práctica artística tradicional que se cuelga en una pared de un museo. El arte está vivo. Ahí llegamos a esa lógica porque estamos en alianza con muchos artistas que tienen espacios de arte en su casa. Yo hago arte culinario, no me gusta la palabra gastronómico. Tiene una connotación que no agrada. Todas estas acciones son políticas también. Tenemos muchos amigos que son principalmente migrantes, y es como imposible para nosotros que no trabajemos desde otro ángulo, siempre terminamos trabajando como artistas migrantes. Cómo nos convoca. Cómo nuestra vida se cruza con nuestro arte. La pandemia ha sido una experiencia muy compleja. Tenemos muchos amigos cercanos enfrentando muchas cosas más difíciles que ya estaban enfrentando como migrantes y artistas, quintuplicar estas situaciones, estas precarizaciones. 

(Saca un queso de mano, lo corta en rodajas y finalmente en cuartos como hizo con la mortadella. Agarra una arepa, la sumerge en el apanado con mucho cariño, deja que el líquido vuelve a caer en el bol y lo agrega al sartén con aceite)

Te estaba diciendo de las recetas. Un día me llamó una amiga, ¿mami, cómo se hacen las hallacas? Yo busqué la receta, hemos hecho hallacas con varias personas, vino una amiga de la zona amazónica y era muy diferente. Pero la cuestión es que yo busqué una receta familiar y me di cuenta que no tiene sentido. ¿Cómo una receta escrita puede transmitir tanto? La hallaca es un plato festivo que prepara cada familia, lleva como una semana hacerlo. Para mí, una receta empieza con la primera acción. 

(Le da vuelta a la arepa delicadamente y hace un ruido crujiente. Tiene el color de un pan de hamburguesa y parece un poco como un pequeño panqueque)

Mi papá todo el año se hacía el amigo del mejor carnicero del barrio para conseguir el mejor corte para sus hallacas. Así que era un día de comprar, limpiar y dejar hecha la carne. Era todo un día salir a comprar verduras, limpiarlas y cortarlas todas chiquititas. Otro día de comprar las hojas de plátano que son una cosa enorme, lavar, cortar y mi papá dejaba todo en cuadritos cortados impecable. Mi mamá hacía la masa y el guiso, después mi papá armaba las hallacas. Todo eso con los roles que se tomaron en mi casa, todo ese ritual no está en una receta, toda esa vivencia no está en una receta. El sabor de cada plato, cada preparación de cada familia, ¿cómo captás eso? Es una rutina, una experiencia, una tradición familiar que es tan específica... Las hallacas por ejemplo, siempre con mi familia hacíamos 200 hallacas y todas las familias hacían 200. Entonces 50 se quedaban para nuestra casa y el resto se repartía y nosotros recibimos también. Por cabeza una hallaca. Tenés que compartir, es una cuestión de intercambio. Y cada quien probaba la hallaca de cada persona y opinaba (risas) tipo uhh no sé lo de Antonio quedó muy salado o este tenía demasiado comino, o uhh la tía que le pasa con su hallaca está tan dura o se rompió toda, o esto fue lo mejor. Es como un concurso de masterchef. Y después le decís, ay tía, qué deliciosa tu hallaca. Y después está la cena familiar donde vienen todos con sus hallacas y te toca lo que te toca, y cada uno quiere de ese tío que hace la mejor hallaca o te toca una y sabés enseguida de quién es. Y eso, no sé, ¿cómo lo captás en una receta? ¿Querés más birra? ¿Comemos?

— — — — —

Este mes, el fanzine sale gratís. Este proyecto vive gracias a sus suscriptores. Si te gusta lo que lees, por favor, hacete miembro. Paga lo que quieras (de 100 a 500 pesos mensuales) y aportás un periodismo libre y local. Gracias.