Quebracho y catástrofe

por Kevin Vaughn

traducido por Bruno Romero

Este artículo fue originalmente impreso en la revista Whetstone Magazine Ed. 10 en verano de 2022.

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En el bosque denso y seco que ocupa el vientre de América del Sur nació un árbol que puede vivir 400 años. Crece a paso de caracol. Las plantas jóvenes solo ganan cinco milímetros de diámetro al año, la mitad del ancho del dedo meñique promedio, y tardan siete años en convertirse en un árbol de 2 metros de altura a salvo del alcance de los herbívoros que pastan.

A medida que pasan los años y sus ramas se elevan más alto en el cielo, la raíz central del árbol crece densa y fuerte y se adentra profundamente bajo tierra en busca de acuíferos subterráneos rocosos.

Cada noviembre, las flores estallan en un rojo brillante o amarillo verdoso, cada miembro de la familia tiene su tono preferido, y engendran frutos hasta principios del verano. Por razones misteriosas, solo algunos frutos llevan semillas. Las que caen y brotan en los bordes soleados del bosque probablemente crezcan más rápido que las que están a la sombra, aprovechando la energía de los húmedos rayos de sol bajo los que prosperan; si están ocultas al sol, van a crecer a un ritmo más lento; y si el dosel del bosque es denso y alto, es probable que la semilla nunca se convierta en un arbolito.

Las hojas sintetizan polifenoles que se transforman en taninos, que a su vez ascienden por las ramas hacia la albura externa y se condensan en el núcleo del tronco. El tanino es la gran fortaleza del árbol y también, una vez que los colonizadores llegaron al continente, lo que llevaría a su ruina.

Los árboles inmaduros gastan enormes cantidades de energía produciendo taninos. El sabor amargo disuade a los herbívoros e insectos como el escarabajo de cuernos largos que escala sus altos troncos para alimentarse de los frutos. Las hojas oblongas y asimétricas del árbol son duras y caen de las ramas cada año y medio, descomponiéndose lentamente. Podrían pasar hasta 75 años antes de que se descompongan por completo en el suelo del bosque. Serpientes, geckos y otros lagartos crujen y crepitan fuertemente mientras se deslizan por el bosque.

Siete árboles neotropicales pertenecen a la familia Schinopsis. Cada uno es una expresión del sol, el suelo y el agua de su nativo Gran Chaco, un bosque seco que se estima comenzó a formarse hace 100.000 años.

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Antes de que los seres humanos comenzaran su migración a Sudamérica, las fluctuaciones glaciales arrastraban agua y hielo desde las cimas de la cordillera de los Andes hacia el oeste y nivelaban el terreno hacia abajo, en dirección al ahora extinto Mar Paranaense en el este. En el camino, se extendía arena salada y arcilla que se transformaba en llanuras subtropicales, extendidas a lo largo de más de 1 millón de kilómetros cuadrados en el centro de Sudamérica.

Hace 10.000 años, los humanos deambularon por la región en busca de mejores oportunidades de caza y encontraron una abundancia de peces, animales de caza, frutas y miel. Se establecieron a lo largo de lagunas y de los ríos Pilcomayo y Bermejo. Generación tras generación se dispersaron en docenas de tribus hasta que el pueblo también se volvió indígena del bosque.

En el Chaco, la vida gira en torno al agua, ya sea por su omnipresencia o por su obstinada ausencia. Los secos inviernos y primaveras son seguidos por intensas lluvias de verano que estresan los lechos de los ríos hasta que alcanzan su punto máximo y cambian de curso. Las lagunas y los humedales alcanzan su punto máximo al final de la temporada de lluvias y se secan a finales del invierno, justo cuando las nubes se vuelven pesadas y mojan la tierra de nuevo.

El pueblo Toba del oeste llamaba al árbol "kotapik", mientras que la tribu Vilela del este lo llamaba "uakin". La corteza rica en taninos se frota en heridas y quemaduras, o se prepara en té para bajar la fiebre o tratar el asma y la bronquitis. Una variante blanca que florece en el clima seco del este produce una corteza rica en yohimbina, un alcaloide que acelera el flujo sanguíneo hacia los órganos sexuales.

Cuando los españoles llegaron al continente, el Gran Chaco se convirtió en una fortaleza contra la colonización invasiva. Sus bosques espinosos, sabanas y humedales eran considerados inhabitables para los extranjeros. En el siglo XIX, las naciones recién independizadas se apropiaron de los territorios gobernados por los indígenas y trazaron nuevas fronteras. Las guerras dividieron el Gran Chaco entre Argentina, Bolivia, Paraguay y Brasil.

A mediados del siglo XIX, los curtidores alemanes y franceses comenzaron a explotar las propiedades de los taninos del árbol para las tecnologías emergentes de curtido del cuero. Los españoles presentaron el árbol a Estados Unidos y Europa con el nombre por el que se lo conoce hoy: quebracho, un juego de palabras derivado de "quiebra-hacha".

Su madera dura se utilizaba como subproducto para la construcción. Los británicos realizaron inversiones masivas en Argentina y, para la llegada del siglo XX, se estableció una industria completa para extraer de lo que se creía un suministro inagotable de bosques de quebracho.

El comienzo del fin del segundo bosque nativo más grande del continente resultaría ser las emergentes industrias del curtido de cuero y la construcción de ferrocarriles. Cada una duró apenas un poco más que la esperanza de vida de un solo ser humano.

Cuando los colonizadores españoles llegaron a América, los bosques de quebracho se extendían en más de 48 mil millones de hectáreas, lo que representa más del 15 por ciento de la masa terrestre total de Argentina. Hoy en día, abarcan un poco menos de 13 mil millones.

Pancho se encuentra paciente en un saliente que da al Río Bermejo, mientras sus perros se refrescan en las aguas marrones polvorientas abajo. Es el único momento en el que permanece quieto. Su mano sostiene firmemente su machete mientras escanea cuidadosamente las aguas bajas en busca de señales de caimanes.

Ya tuvo lo suyo: "¡Vamos!" grita, y sus cinco cachorros trepan obedientemente por un empinado saliente de arena y regresan al abrasante calor de 40 grados. Yo también vuelvo rápido a la fila.

Caminamos a paso rápido por su inmensa propiedad, la mitad de la cual es bosque antiguo. Cuando no está golpeando ramas de espinillo, nombra cada árbol y arbusto y sus usos con su arma: frutas no comestibles que se frotan entre los dedos para hacer una espuma jabonosa, hojas para decorar la yerba mate que fortalecen el hígado y alivian la indigestión, una especie invasora de árbol nativo ideal para leña, otro para construir postes de cercas o vigas. Se planta frente a un par de árboles y señala una línea a un metro de altura en el tronco donde la corteza cambia de blanco tiza a gris mohoso.

"Ahí es donde normalmente llega el agua en esta época del año", dice.

Estamos parados mínimo a 6 metros por encima del nivel del río.

Pancho y su esposa, Vitadela, construyeron su casa en medio del Impenetrable, en la provincia de Chaco, que es también donde él nació. En esta región densamente arbolada en medio del Gran Chaco, Pancho está rodeado de cientos de vecinos que están casi completamente aislados del resto del mundo. No hay agua corriente, internet malo, energía solar débil, caminos de tierra accidentados que los conecten entre sí, ni un pueblito a una hora en auto.

Pancho trabajó la mayor parte de sus 76 años en una propiedad privada del tamaño de casi 400 parques centrales, una tierra que se convirtió en reserva nacional en 2014. Él no menciona la frase "crisis climática", pero habla sobre cuánto cambió la única tierra que supo conocer a lo largo de los años. El suelo está más seco, los arbustos espinosos ahogan el bosque y el clima se volvió más extremo e impredecible. El equilibrio natural se rompió.

La mayoría de las familias del Impenetrable dependen completamente de su tierra. El ganado pasta libremente en el bosque y los pequeños huertos proporcionan una lista limitada de vegetales como tomates, pimientos y cebolla de verdeo; una sequía continua dejó la jardinería afuera de la ecuación. En el punto máximo de la sequía, Pancho caminaba de un lado a otro casi un kilómetro llevando baldes de agua del río para hervir y beber. Los chanchos, las cabras, las gallinas, las vacas y los caballos tomaban de las reservas de agua de lluvia que las familias recolectan durante la temporada de lluvias para beber durante todo el año. La mayoría de las familias dependen de visitas de amigos o familiares para obtener productos frescos.

"El bosque provee", dice Pancho. "Pero las personas tomaron de más".

Los ecosistemas tienen una capacidad natural para adaptarse a las perturbaciones externas, pero la tala selectiva constante llevó a la región al límite. Queda tan poco bosque virgen y las tasas de tala son tan altas que el quebracho se convirtió en un recurso no renovable: se tala más rápido de lo que puede regenerarse. En esta parte del Chaco, esta práctica alimenta una industria maderera que todavía explota la madera para obtener tanino, materiales de construcción, carbón y leña; en otras áreas del Chaco, un sistema agrario tala los bosques indiscriminadamente para plantar monocultivos o criar ganado.

"Para un extraño, el bosque parece saludable, pero este no es un bosque saludable", dice el biólogo Alejandro Aquino, quien trabaja con la Fundación Rewilding Argentina en el Parque Nacional El Impenetrable. Señala el suelo del bosque con un dosel bajo y arbustos y árboles que asfixian el suelo y evitan el crecimiento de una flora más diversa.

"Algunos vecinos están empezando a darse cuenta de que necesitan proteger sus tierras, pero las empresas madereras pueden ser muy convincentes. Las personas no tienen los recursos para sobrevivir, es difícil decir que no".

Regularmente se ven camiones semirremolque llevando troncos fuera del bosque. Hombres de afuera a menudo aparecen en las puertas de los vecinos ofreciendo comprar madera. A Pancho recientemente le ofrecieron 10 dólares estadounidenses por árbol por alrededor de 25 quebrachos, que tendría que cortar él mismo. Él rechazó la oferta.

"Es menos que mi pensión mensual", dice. "Si corto por un poco de plata ahora, arruino mi tierra para siempre".

No todas las familias tienen los medios para decir que no, o las herramientas para entender que sus tierras no son inagotables.

Varios vecinos mencionaron que los rumores sobre restricciones más estrictas a la tala en la provincia provocaron más visitas de empresas madereras y solicitudes para realizar desmontes más grandes. A casi dos kilómetros de Pancho, los troncos de quebracho se pudren al costado del camino. Fueron abandonados por camioneros que se enteraron de que las autoridades los estaban esperando para verificar los permisos que limitan la tala, especialmente en áreas adyacentes a reservas nacionales.

El ingeniero forestal Carlos Castel y Clemente fue financiado por la Corona Española para registrar y estudiar el potencial comercial de la flora del Gran Chaco. En la década de 1880, estudió extensivamente la familia del quebracho, enfocando su investigación en las propiedades medicinales y la abundancia de tanino en el quebracho colorado. Sus informes sugirieron que, a pesar de las altas concentraciones de tanino en la madera del duramen, las hojas y las cáscaras de los frutos contenían niveles mucho más altos.

Si sus hallazgos podrían haber tenido un impacto en la producción de tanino para el curtido de cuero es puramente especulativo, puesto que ya era tarde. A principios del siglo XX, Argentina irrumpió en la economía mundial como productor de materias primas.

Bajo la colonización, el cuero se convirtió en una de las exportaciones más importantes del país, y el quebracho ofrecía una oportunidad redonda para dominar la cadena de suministro: tanino para curtir pieles y madera para construir un sistema ferroviario que las transportara mejor. Por extensión, esto guiaría la construcción de una nación joven, en gran medida subdesarrollada pero de rápido crecimiento, y el sistema agrícola que llegó a definirla.

La empresa británica La Forestal rápidamente estableció firmes raíces en todo el Gran Chaco, especialmente en la provincia del sudeste de Santa Fe, y erigió con éxito un monopolio maderero que funcionaba con una autonomía política y económica casi completa.

La empresa pagaba a los trabajadores con su propia moneda para mantener los salarios dentro de las docenas de colonias que habían construido. Tenía el control de los ferrocarriles que transportaban sus cargamentos directamente a los puertos. Durante una huelga de trabajadores en 1922, la empresa mató a un estimado de 500 a 600 trabajadores con la ayuda del ejército. Los líderes británicos de la compañía saquearon las colonias madereras de La Forestal y violaron a sus habitantes con casi ninguna consecuencia. Un puñado de otras empresas, también alimentadas por capital extranjero, perpetraron crímenes similares.

Un estudio de 1924 hecho por el grupo de investigación británico Taylor & Francis resume el espíritu de la época:

"Los bosques de quebracho del norte de Argentina y el sur de Paraguay tienen la distinción de ser los únicos bosques de su tipo que existen", dice el informe, también hipotetizando que tomaría 150 años agotar el recurso. La singularidad del bosque se veía desde una perspectiva puramente económica. Para los autores del estudio, la idea de extinguir un recurso estaba demasiado lejos para considerarla; no tenían concepto del impacto ecológico.

Los árboles fueron talados a elección, una porción de tierra tras otra, con hasta un 50 por ciento de desperdicio de árboles en algunas regiones, según un estudio de 1935 llevado a cabo por la Unión de Repúblicas Americanas.

Ni el gobierno nacional ni las empresas madereras hicieron ningún esfuerzo por regenerar los bosques, ya sea con fines comerciales o para proteger los recursos naturales. Las charlas sobre conservación y regeneración no ingresaron al ámbito político hasta 1948, con la aprobación de la Ley de Defensa de la Riqueza Forestal.

Un representante de la provincia de Salta, que posee parte del borde occidental del Gran Chaco, señaló que el modelo de producción del país "perturba el equilibrio climático... destruye la posibilidad de cultivo agrícola al calcificar el suelo, modificar el humus, facilitar la erosión y crear irregularidades en las lluvias, transformando eventualmente las regiones más productivas en desiertos".

La ley pedía la "defensa, mejora y ampliación de los bosques" y la prohibición de la "devastación de bosques y tierras forestales y el uso irracional de equipos forestales".

Pero había una laguna legal: la legislación establecía que la tierra solo estaría protegida bajo la ley federal si no se podía desarrollar para la agricultura o la ganadería.

Una política de conservación estricta era demasiado repentina, argumentaron muchos políticos. El modelo económico de la nación ya había sido construido. El cambio de siglo estuvo marcado por un crecimiento gigantesco y acumulación de riqueza para una élite gobernante, exclusivamente a través de la colonización de recursos naturales y la exportación de materias primas.

Mientras que el tanino del quebracho se utilizaba para curtir pieles compradas en Europa occidental, sus troncos se utilizaban en el país para cocinar carne, un subproducto de la industria del cuero que eventualmente se convirtió en un símbolo nacional.

La carne era tan abundante a principios del siglo XIX que la familia promedio, rica o pobre por igual, se alimentaba casi exclusivamente de carne y pan: estofada, a la parrilla, frita en sartén o hervida. La escasez de carne nunca se tomó a la ligera. Argentina, después de la independencia, vio su primera protesta masiva en 1880 cuando la carne fue desviada para los soldados que luchaban por la federalización de Buenos Aires, y el costo de la carne se disparó.

Entre 1897 y 1907, la familia promedio gastaba el 15 por ciento de su salario mensual en carne, casi la misma cantidad que se gastaba en alquiler, según el historiador Roberto Cortés Conde. Incluso durante los años de crisis económica después de la Gran Depresión, los argentinos consumían aproximadamente 80 kilos de carne de vaca per cápita al año; en 1937, el consumo alcanzó brevemente un récord de 119 kilos. El consumo se mantuvo alrededor de los 80 kilos hasta mediados de la década de 1990, cuando comenzó a disminuir progresivamente a los actuales 50 kilos, con el pollo y el cerdo aumentando el consumo per cápita de carne a más de 100 kilos. La carne es un símbolo de pertenencia, una medida del lugar de uno en la sociedad. Su ausencia es un indicador de otredad, y su abundancia un signo de grandeza.

"Nosotros [solamente] comíamos carne el día en que mi papá cobraba, el cuarto de cada mes. Ese día comíamos milanesa. Era como Navidad", dijo Diego Maradona en una entrevista de 2019, refiriéndose a la marginalización durante su infancia.

Para la Copa del Mundo de 1986, Maradona llevó a su papá como el asador oficial, o maestro parrillero, muchos creen que un gran equipo se construye a partir de un buen asado. Argentina se trajo la copa a casa.

La aprensión por una Ley de Defensa de la Riqueza Forestal más estricta marcó el tono de la forma en que el sistema agrícola de Argentina se dirigiría hacia prácticas agrotecnológicas modernas. Cualquier parcela de tierra que pueda ser desarrollada para su comercialización está disponible para su provecho. Tanto el deseo argentino como global por la carne reconfiguran continuamente el orden natural.

En 1996, el gobierno argentino aprobó el uso de la soja transgénica. Siempre partidario de los cultivos comerciales de monocultivo, el país se convirtió desde entonces en un ferviente usuario de los organismos modificados genéticamente y sus herbicidas y pesticidas asociados.

El Chaco es el mayor productor del país, y en el período que siguió inmediatamente a la introducción de la soja, la provincia deforestó los bosques nativos a un ritmo tres veces mayor al promedio mundial.

Los granos de soja cosechados se trituran para extraer aceite que se utiliza principalmente como combustible. El expeller sobrante es una proteína utilizada como sustento para animales. Muy poco se utiliza para consumo humano directo, como leches vegetales o carnes falsas. Gran parte de la proteína se envía al extranjero a Rusia, la Unión Europea y el Reino Unido. En Argentina, se usa comúnmente durante la etapa final de engorde para casi el 70 por ciento del ganado antes del sacrificio.

La producción de carne y soja se convirtió en el principal impulsor de la deforestación. La tala, en la mayoría de los casos, pasó de ser una forma de recolectar madera a un medio para aprovechar al máximo la tierra. El quebracho sigue siendo valorado por su tanino, frecuentemente anunciado en el extranjero como "de origen vegetal". Otra parte se utiliza como leña o carbón, aunque se necesitan 6 toneladas de madera (aproximadamente dos o tres árboles de quebracho) para producir 1 tonelada de carbón.

Hoy en día, no se escuchan argumentos a favor de la reforestación. La industria se adaptó a un mercado global cambiante y la política argentina continúa siguiendo esa tendencia.

En "El colapso ecológico ya llegó" (2020), el abogado ambiental Enrique Viale y la socióloga Maristella Svampa señalan este tema circular en la política regional.

“La historia del extractivismo en la región no es lineal; aparece atravesada por los sucesivos ciclos económicos, dependientes de las demandas del mercado mundial,” escriben. “Al calor de los sucesivos booms de los commodities se instaló poco a poco una visión eldoradista, expresada en la idea de que, gracias a la convergencia entre abundancia de recursos o riquezas naturales y oportunidades brindadas por los mercados internacionales, sería posible lograr una vía rápida al desarrollo.” 

Argentina siempre prometió volver a su antigua gloria como potencia dentro del sistema capitalista global, y sigue buscando lograrlo de la misma manera que lo hizo la primera vez: extrayendo cada vez más de sus recursos naturales. Esto se asemeja a la búsqueda de El Dorado, la legendaria ciudad de oro codiciada y destruida por los conquistadores españoles. La ilusión de un desarrollo repentino y desmesurado se tornó en sinónimo de destrucción de la naturaleza y las culturas que la habitan.

Esta ilusión tiene cierta verdad. Si bien unos pocos acumulan una enorme riqueza, esto no ocurre mágicamente ni sin consecuencias: las poblaciones rurales e indígenas ya sufren las consecuencias de un clima en rápida transformación, y el resto del mundo también lo va a hacer si el Gran Chaco continúa en contingencia y colapsa. Mientras tanto, se están liberando reservas de carbono secuestrado de sus suelos, lo que agrava las preocupaciones climáticas a nivel global.

En el bosque, Zulma enciende un fuego en un parche polvoriento de tierra. En todo el Gran Chaco, las familias dependen de la leña para cocinar sobre fogones y hornos de barro, siempre separados de la casa principal en caso de que el fuego se salga de control. En lugar de usar su gran horno de barro, coloca un bote de basura de metal con el fondo cortado sobre las brasas calientes, coloca una parrilla circular en el medio y la cubre con una lámina de metal.

"No quiero desperdiciar mucha leña por una docena de empanadas", dice, amontonando brasas rojas de cobre encima.

El viñal es la leña elegida en esta parte del Impenetrable. Es un árbol nativo espinoso que crece rápidamente y cerca del suelo, y se vuelve invasivo en los bosques que fueron arrasados con fuego, talados selectivamente o sobrepastoreados.

"El monte está lleno de viñal. Hay un montón", explica Zulma. "Es ideal para cocinar porque se prende rápido y quema bien".

La leña que Zulma utiliza para cocinar para su familia son plantas invasoras o madera recogida de árboles caídos o muertos. La carne que ella usa para rellenar las empanadas proviene de ganado que pasta en el bosque cerca de su hogar.

En todo el país, los cocineros caseros y los maestros asadores también están armando sus fuegos y preparando banquetes de carne. Pero la leña no es la misma y tampoco lo es la carne.

Las brasas que se utilizan en toda Argentina probablemente provienen de madera de quebracho que fue talada selectivamente y eventualmente dio paso al viñal, quebracho que es un subproducto de la deforestación; quebracho que se quema para cocinar la carne, alimentada con soja cultivada en bosques arrasados.

El asado es un símbolo de cercanía a la cultura, un vínculo cultural con la carne que eclipsa sus impactos devastadores. Su devastación queda lejos para la mayoría, pero cada día se acerca más. Un símbolo nacional de progreso que podría llevar al colapso ecológico del país.

Este artículo fue traducido y republicado con el permiso de los editores de Whetstone Magazine.

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